KRUPSKAYA – 154 años del natalicio de Nadezhka Krúpskaya

Nadezhda Konstantínovna Krúpskaya nació en San Petersburgo el 26 de febrero de 1869 y murió en Moscú el 27 de febrero de 1939. Mejor conocida como Nadia Krúpskaya, fue una reconocida figura del Partido Comunista de la Unión Soviética y una de las principales responsables de la creación del sistema educativo soviético y pionera del desarrollo de las bibliotecas rusas. Su esposo fue el revolucionario bolchevique Vladímir Ilich Uliánov, Lenin.

Nacida en el seno de una familia noble empobrecida, su madre era institutriz y su padre, oficial del Ejército con inclinaciones políticas radicales. A pesar de la penuria económica que sufrió la familia al fallecer su padre en 1883, logró completar su educación en una prestigiosa escuela femenina de la capital rusa. Permaneció como profesora en esta institución hasta 1891. Convertida al marxismo a comienzos de la década, ingresó en el Grupo para la Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera, donde conoció a Lenin en 1894. En el año 1896, después de una huelga de tejedores, la policía realizó numerosas detenciones, entre ellas la de Krúpskaya. Tras permanecer un tiempo en prisión, en 1898 es condenada al exilio, y en ese mismo año Lenin y Krúpskaya contraen matrimonio en Siberia. Durante el destierro, escribe en diversos periódicos y forma parte de la Conferencia Internacional de las Mujeres Socialistas y entre 1905 y 1907 ejerce como secretaria del Comité Central del Partido.

Más tarde pasó al exilio en Europa occidental y se convirtió en secretaria de la publicación socialista Iskra y luego en la del comité central del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. En el exilio escribió algunas obras sobre educación.

Tras la Revolución de Octubre, obtuvo importantes cargos en el Ministerio de Educación.  A partir de mayo de 1922, con Lenin enfermo, redujo su trabajo en el ministerio para atenderlo. A mediados de la década de los años 20 junto a Stalin se unió a la campaña contra la oposición interna del partido. Se mantuvo como vicecomisaria de Educación entre 1919 y 1939 y como miembro del comité central del partido entre 1927 y 1939, año en el que falleció.

Krúpskaya fue una destacada comunista revolucionaria feminista, que junto a otras grandes mujeres comunistas como son Clara Zetkin, Alejandrina Kollontai, Inessa Armand,  lucharon por los derechos de las mujeres trabajadoras, pero no se consideraban a sí mismas feministas, muy al contrario, asumían un fuerte distanciamiento con respecto al feminismo por considerarlo como parte de las demandas burguesas. Ellas plasmaron en sus escritos y en sus iniciativas políticas la importancia de hablar sobre las mujeres dentro del movimiento obrero. Sin embargo, eran críticas hacia el feminismo porque lo consideraban como una parte de la agenda política burguesa. Tanto Krúpskaya como Kollontai tenían la certeza de que la lucha por los derechos de las mujeres se establecía a partir de la lucha de la clase proletaria. Por ejemplo, Kollontai, en el Primer Congreso de Mujeres de Toda Rusia, celebrado en 1908, en su texto “La mujer trabajadora en la sociedad contemporánea”, expone las diferencias entre el feminismo burgués ‒que en ese momento pedía el derecho a trabajar y tener acceso a los privilegios que los hombres de su clase poseían‒, y las demandas de las mujeres obreras ‒que exigían mejores condiciones ya dentro del mundo laboral donde eran explotadas.

La corriente de las mujeres socialistas en Rusia seguía de cerca al movimiento de las mujeres de Alemania, con Clara Zetkin como líder y figura más representativa. Esta activista concentró grandes esfuerzos en conseguir derechos para la participación política de las mujeres pero, a pesar de propugnar el sufragio universal, no creía en la posibilidad de un feminismo obrero. Según Zetkin, “el feminismo y el marxismo no solo se diferencian por sus demandas y sus formas de organización, sino también por sus fundamentos teóricos: la teoría natural de las revoluciones burguesas, en un caso, y el materialismo histórico (es decir la lucha de clases), en el otro”.

En el Tercer Congreso de la Internacional Socialista, celebrado en Zúrich en el año 1893, se produjo una “ruptura oficial de las socialistas con la ideología feminista, cuando Clara Zetkin introdujo la demanda de una legislación protectora para el trabajo femenino”. Esta solicitud de protección para el trabajo de las mujeres propuesta por Zetkin aparece sintetizada al final del texto “La mujer trabajadora”, escrito por Krupskaya en 1899. Desde ese primer panfleto, Krupskaya ya realiza una clara crítica a la dependencia económica que tradicionalmente tenían las mujeres con respecto al padre o al marido. Señala la manera en que esa situación comenzaba a cambiar cuando las mujeres accedían al trabajo asalariado, pero cómo amargamente el menor salario de las mujeres en determinados trabajos desembocaba en “el florecimiento de la prostitución, abiertamente fomentada por los empleadores como un ‘suplemento’ al salario”.

Krúpskaya, Armand, Zetkin y Kollontai tienen un papel fundamental en la historia de las mujeres. Aun a pesar de la relación compleja que existía en esa época entre el feminismo y el socialismo, los debates que estas mujeres iniciaron han sido todavía objeto de reflexiones, estudios y reelaboraciones por parte del feminismo marxista.

Krúpskaya estableció, en un artículo editorial del primer número de Rabotnitsa, publicado en 1914, lo siguiente:

Las mujeres burguesas defienden “sus derechos de las mujeres” especiales, siempre se oponen a los hombres y demandan sus derechos de los hombres. Para ellas, la sociedad contemporánea se divide en dos categorías principales, hombres y mujeres. Los hombres poseen todo, tienen todos los derechos. La cuestión es lograr la igualdad de derechos. Para la mujer trabajadora, la cuestión de la mujer es muy diferente. Las mujeres políticamente conscientes ven que la sociedad contemporánea está dividida en clases. La burguesía es una clase, la clase trabajadora es otra. Sus intereses son contrapuestos. (…) La “cuestión de la mujer”, para los trabajadores y las trabajadoras, consiste en cómo involucrar a las masas atrasadas de las mujeres trabajadoras en la organización, cómo dejarles en claro sus intereses, cómo hacer que se transformen rápidamente en compañeras de la lucha común (Krúpskaya, citada en Frencia y Gaido, 2018: 61-62).

Tanto para Krúpskaya como para las demás camaradas, la defensa de las mujeres tiene como base la diferencia de clases, y a partir de ese posicionamiento político es desde donde proyectan su lucha.  Krúpskaya, a pesar de creer firmemente en la lucha obrera como objetivo político, tampoco deja de lado en sus textos una mirada crítica hacia las actitudes patriarcales en el seno del Gobierno soviético o en los Komsomoles. Sin llegar a establecer que el problema reside en el patriarcado, sí llega a denunciar el trato desigual e injusto hacia las mujeres, en especial en el acceso a la política y a la educación (Krúpskaya, 1978).

A pesar de la oposición ideológica al feminismo de esa época, las acciones y logros de las mujeres socialistas rusas han marcado verdaderos hitos en la historia de las mujeres, y por ende forman parte de la lucha histórica del feminismo. El período comprendido entre 1917 hasta la década de los años 30 vio florecer grandes cambios en relación con los derechos de las mujeres en Rusia: el divorcio se facilitó y se concedía automáticamente, se estableció que los hijos e hijas dentro o fuera del matrimonio tuvieran los mismos derechos, se garantizó el permiso de maternidad, se concedieron más derechos a las mujeres en el trabajo y se estableció la igualdad de los cónyuges en relación con los hijos e hijas. Además, las acciones de las mujeres socialistas rusas no solo se circunscriben a las políticas promovidas una vez instaurado el Gobierno soviético. Desde antes de la Revolución de 1917, más mujeres que hombres fueron deportadas a Siberia por organizar revueltas en contra del zar, lo que denota su amplia participación en los movimientos prerrevolucionarios.

No es usual el reconocimiento explícito de que el inicio de la Revolución de Febrero de 1917 tuvo lugar en San Petersburgo, cuando, durante la celebración del Día Internacional de la Mujer ‒el 8 de marzo equivale al 23 de febrero en el calendario ruso‒, se manifestaron masivamente las obreras textiles demandando pan y paz. Así lo reivindica Kollontai, con claridad y rotundidad, en referencia al Día de la Mujer Trabajadora:

Pero este no es un día especial solo para las mujeres. El 8 de marzo es un día histórico y memorable para los obreros y campesinos, para todos los trabajadores rusos y para los trabajadores de todo el mundo. En 1917, en este día, estalló la gran Revolución de Febrero. Fueron las mujeres obreras de San Petersburgo quienes comenzaron esta revolución; fueron ellas las primeras en levantar la bandera de oposición al Zar y sus compinches. Y así, para nosotras, el día de la mujer trabajadora es un día de doble celebración (Kollontai, 1920).

Escrito tomado de extractos Wikipedia y https://www.redalyc.org/journal/4559/455962140002/html/, Nadezhda Krupskaya y las mujeres socialistas en la Revolución rusa, una mirada feminista.